La relación íntima e incómoda entre el arte y la publicidad
Pese a que desde la academia exista una mirada crítica y muchas veces despectiva sobre la relación entre la publicidad y el arte, la discusión no se trata en lo absoluto de la canibalización de la exaltación de la belleza en función del consumo, en cambio, se trata de entender que existe una línea muy difusa en la que cuestionar el status quo, puede convivir con la idea de hablar de un producto.
La teoría detrás de la incomodidad académica
Una de las aristas más salvajes de la incomodidad académica, surge a la hora de poner al servicio del aparato de producción los lenguajes que habían servido históricamente, para desafiar el status quo y en eso, es particularmente acertada la crítica que hacen Joseph Heath y Andrew Potter, en “Rebelarse Vende”, libro en el que exploran justamente esta faceta de la contracultura.
Lo vimos ya en campañas publicitarias de Levi’s y en la obra misma de Banksy. Ambas hablándonos desde una pretendida disidencia, pero insertadas plenamente en el circuito artístico hegemónico, y movilizando ambas productos muy específicos. En el primer caso, hablamos de pantalones de mezclilla y la idea de juventud, en el segundo, el capricho del artista.
La honestidad del mensaje en cada caso es difusa y está abierta a discusiones, sin embargo, su efectividad es clara. Banksy, ha logrado venderse como un rebelde contracultural que ataca al establecimiento, mientras factura millones, Levi’s, sigue siendo hoy en día una de las marcas más importantes del mundo, no por su producto, sino por la idea que vendió de sí misma.
La relación simbiótica entre arte y publicidad
El arte, ha servido como una fuente continua de inspiración para el mundo de la publicidad. Los artistas han logrado capturar emociones y conceptos en sus creaciones, que los publicistas han sabido adaptar para elaborar mensajes impactantes y memorables. Después de todo, la belleza siempre ha sido un camino ideal para comunicar y ese es precisamente el objetivo de la publicidad.
Desde el arte del Renacimiento, hasta las tendencias más actuales, la publicidad ha hallado en el arte, un aliado invaluable para transmitir sus mensajes de manera efectiva. La propaganda se ha valido de ese recurso de manera constante y bien sea a través del arte, o de una cara bonita con voz de influencer, ha cambiado la manera en que anunciamos un producto o idea.
Un claro ejemplo de esta influencia, es la campaña de la marca de perfumes Calvin Klein. En su anuncio “Obsession” la firma estadounidense empleó imágenes en blanco y negro con una estética cinematográfica, que evocaba el estilo del fotógrafo de moda Helmut Newton. Este enfoque resultó ser un gran éxito y se convirtió en un hito en la publicidad de los años 80.
Una discusión sin conclusiones a la vista
En síntesis, la interrelación entre arte y publicidad es profunda y perdurable, arraigada desde los inicios de la publicidad. El arte, ha sido una fuente constante de inspiración para los publicistas, que lo han utilizado para diseñar anuncios efectivos y memorables. El quid de la cuestión parecería estar en la agenda de quien crea el mensaje.
A lo largo del tiempo, el arte publicitario ha evolucionado para adaptarse a nuevos medios y tecnologías, pero su esencia ha permanecido constante: comunicar mensajes de manera efectiva a través del diseño y la creatividad. La finalidad de estos mensajes es en la que debemos reparar a la hora de saber, de qué lado de la línea estamos: ¿arte, publicidad o arte publicitario?
En este contexto, el papel del director de arte publicitario es crucial. Este profesional lidera la creación de diseños y elementos visuales en las campañas publicitarias, asegurándose de que estos cumplan con los objetivos de comunicación y marketing definidos por el cliente. El artista, en esta perspectiva tiene un rol muy dinámico en el que debe ‘combatir’ un sistema, del que inevitablemente forma parte.