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Feliz Navidad. El club de los escritores fracasados

Que sea esta la oportunidad para agradecer a todos los lectores de Ultravioleta por su permanencia y acompañamiento día a día. Gracias a ustedes el compromiso del medio se hace cada vez más fuerte y, lo mejor, apasionante. Les deseamos una feliz Navidad y un próspero y, menos atípico año 2021. Para ustedes, nuestros fieles lectores: El club de los escritores fracasados.

Esta es una serie de relatos breves cuyos protagonistas son sus propios escritores, y en los que el común denominador, como puede adivinarse en el título, es el fracaso. Un ejercicio sin pretensiones literarias que el redactor Freddy Méndez, fundador de La*Liberty, ha hecho por años para mejorar su habilidad narrativa y que hoy con el pretexto de la Navidad, comparte en exclusiva con los lectores Ultravioleta, acompañados estos escritos con ilustraciones del gran director de arte e ilustrador, Fabio Mendoza (Pote). Que los redactores no dejen de escribir y los gráficos no dejen de rayar.

Esta historia ya la leí

Tal vez hemos estado equivocados desde el comienzo, escribió presuroso al abrir los ojos, como si su memoria frágil cómplice del destino perverso pudiera robarle aquella trascendental revelación.

Puntos suspensivos. Tal vez la búsqueda obsesiva de la felicidad sea solo un emprendimiento estéril y hayamos venido a este mundo justamente a lidiar con su ausencia, coma, a superar una prueba tras otra en un camino evolutivo hacia una plenitud que, coma, en un nuevo tal vez, coma, nunca conozcamos en esta dimensión.

Se levantó del escritorio invadido por una sensación de júbilo indescriptible. Caminó hacia la ventana. Cerró los ojos, aspiró profundamente con los brazos abiertos y volvió de un salto. Inspeccionó aquel párrafo una vez más con la minuciosidad de un relojero. Lo encontró común, burdo, irrelevante. Caminó hacia la ventana. Cerró los ojos, aspiró profundo con los brazos abiertos y volvió a saltar.

Tal vez hemos estado equivocados desde el comienzo, escribió presuroso al abrir los ojos, como si su memoria frágil cómplice del destino perverso pudiera robarle aquella trascendental revelación.

Luces rojas y silencios negros

Desde la ventana, por entre la neblina densa y gris de aquella noche fría, podía ver a lo lejos el reflejo difuso de la luz roja del semáforo en el piso lavado por la lluvia. No había ningún carro listo para avanzar en el cambio a verde. Tampoco nadie cruzando por la cebra ni caminando por la acera. El silencio se estiraba indefinidamente hasta producir un pitido ensordecedor. No pasaban aviones ni trenes. No se oían sirenas a lo lejos, tampoco vidrios rotos, alarmas, disparos, gritos, ni pasos en el corredor. No ladraban los perros, ni berreaban los niños. No sonaba ninguna canción ni se colaba el ruido de algún televisor.

La nevera había dejado de temblar y la llave del lavaplatos de gotear. Fue solo cuando se sentó frente a su vieja máquina de escribir que oyó nítidamente el estrepitoso “tic toc” del reloj. En ese preciso instante el escritor entendió que sus horas estaban contadas y que era ya demasiado tarde para empezar a escribir la historia de su vida.

Anónimo

Algún día alguien leerá esto, pensó. Mis escritos al fin saldrán a la luz y serán casi tan conocidos como los de Gabo. Mi obra será traducida a veinticinco idiomas. En los medios se hablará de mi origen humilde, de mis inicios e influencias. Se citarán mis palabras en diferentes contextos. Los premios pondrán mi apellido al lado del de Dickens, Cervantes, Joyce y Wilde. Le inventarán un nombre a mi estilo, lo convertirán en corriente literaria y será materia de estudio en las escuelas.

Se debatirá extensa y vanamente sobre cuál es la mejor de mis obras. Saldrán a la luz las anécdotas de los editores que con mucha arrogancia y poco olfato se negaron a publicarme. Se escribirán decenas de biografías oficiales que se venderán mejor que la saga de Harry Potter. Me inventarán amoríos imposibles y enemigos acérrimos. Mis anotaciones de bolsillo serán exhibidas en los museos entre cajas de cristal y con ellas se editará un libro póstumo de Quotes.

Embriagado por esas visiones premonitorias, el autor decidió en aquel preciso momento nunca más usar su nombre para firmar sus escritos.

Diego Rodríguez

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